2252 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
16-VIII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Antonio Alatorre (1922-2010) escribió en 1974 esta Introducción al libro de texto gratuito “Español. Sexto grado. Lecturas”, de la SEP. Si nuestras escuelas públicas formaran a sus alumnos y alumnas como lectores capaces de entender lo que leen y de escribir con claridad y corrección, en lugar de limitarse a alfabetizarlos a medias (la amenaza actual es que ese “a medias” sea cada vez más a medias) estarían cumpliendo su tarea.
Mi querido amigo:
¿Qué te parece si delante de este libro que tienes abierto en las manos, y que es el último de la Escuela Primaria, ensayamos tú y yo un elogio de la lectura?
Pronto vas a ver, si acaso no lo has visto ya, que la lectura es una gran cosa. Es una puerta para el saber, para el progreso, para la justicia entre los hombres. O sea, un instrumento de grandes bienes.
Mira. Vivimos en un pueblo, en una nación, en un mundo. Ni tú solito, ni yo solito, ni nadie solito puede hacer nada. Ni siquiera sobrevivir. Para nuestra vida misma, necesitamos, la comunicación con los demás.
Hay muchos medios de comunicación entre los hombres: el apretón de mano que nos da un amigo, la pieza de música que oímos, la película que vemos en el cine, y muchos, muchísimos otros medios. En el futuro se van a inventar todavía más (y no me cabe duda de que a ti te van a parecer maravillosos).
Pero de todos los medios de comunicación que hay en nuestros tiempos, el más importante, el más completo, el más profundo, el que más informa, el que más cosas tiene que comunicar, es la palabra escrita.
¿Por qué? Mira. Lo más valioso que tenemos los seres humanos es el lenguaje. El lenguaje es lo que nos caracteriza. Sin él, no nos llamaríamos seres humanos. Y sucede que la palabra escrita ha estado al servicio del lenguaje durante muchísimo tiempo (durante miles de años), y lo ha hecho con tanta fidelidad, con tanta eficacia, que el lenguaje ya no ha podido prescindir de ella.
La lectura de la palabra escrita pone a nuestro alcance todos los tesoros posibles del lenguaje.
A mí nunca se me van a olvidar las lecturas que hice durante la Escuela Primaria.
El único libro escolar que tuvimos mis compañeros y yo, hace ya muchos años, en un pueblo llamado Autlán (estado de Jalisco), fue el libro de lectura. La historia y la geografía y las matemáticas y las ciencias naturales y todo lo demás, lo aprendimos sin libros: nos bastaba oír las explicaciones de "la señorita", o sea la maestra, porque ella sí tenía libros. Pero para la lectura era necesario que cada uno de nosotros tuviera su libro.
Ese libro se llamaba "Infancia", y estaba repartido en cinco tomos, desde Segundo año hasta Sexto. Nunca he vuelto a verlos, pero me acuerdo muy bien de ellos. Recuerdo su aspecto, recuerdo sus lecturas, recuerdo sus dibujos, y todavía me sé de memoria muchas de sus poesías, por ejemplo una de un señor llamado Goethe, que comenzaba así:
La ola sin cesar subía,
la ola sin cesar bajaba
y el pescador contemplaba
el anzuelo que se hundía
Mis compañeros y yo gozamos mucho con esos libros. En ellos leímos el cuento de Simbad el Marino, y unas anécdotas del señor Morelos, y la descripción de unos árboles extraños que cantan cuando el viento los acaricia, y el caso de un mentiroso a quien nadie le creyó el día que dijo la verdad, y la historia de Cristóbal Colón, que tenía una gran idea en la cabeza, pero los poderosos lo creían loco, y él no renunciaba a su idea a pesar de la incomprensión y a pesar de la pobreza, hasta que un día llegó, con su hijito de la mano, a un lugar llamado La Rábida, y allí su suerte comenzó a cambiar ..
Sí, leímos muchas cosas a lo largo de cinco años: primero cositas simples; después cosas más complicadas y más largas, y más interesantes también.
Al terminar el libro de lectura de sexto grado nos habíamos asomado ya a una buena parte del mundo. Nos habíamos hecho amigos de muchos escritores.
Dije bien: "amigos". Porque esos escritores, en su prosa o en sus versos, nos habían dicho algo de lo que pensaban o sentían, y nosotros los habíamos leído con interés y con gusto, y esto era señal de que estábamos de acuerdo con lo que nos decían, tal como dos buenos amigos se ponen de acuerdo en una idea genial que a uno de ellos se le ha ocurrido.
¿Que por qué te cuento estas cosas? Porque tú puedes entenderme. A través de tus libros de lectura de la Escuela Primaria, tú también te has asomado ya a una buena parte del mundo, y cuando termines este libro de Sexto grado contarás también con una buena cantidad de amigos.
En mi libro de lectura yo me hice amigo de Miguel de Cervantes y de Rabindranath Tagore. Estos y otros autores de mi libro están también en el tuyo. Bueno: pues si lees bien las páginas de Cervantes y de Rabindranath Tagore, notarás que estos autores te caen bien, que les tienes simpatía, y estoy seguro de que tu simpatía va a ser como la que yo tuve, como la que yo sigo teniendo por ellos.
En tu libro hay relatos y poesías que no estaban en el mío. Y te digo una cosa: a veces siento envidia de tu libro, que trae páginas tan bonitas. Por ejemplo, en el mío no había nada de Juan Rulfo ni de Juan José Arreola. Pero es lo mismo. Si lees bien a Rulfo y a Arreola, y a los demás, vas a ver que te gustan: vas a ver que son tus amigos.
La única condición es ésta: leer bien.
Para leer bien sirve mucho pronunciar bien las palabras, sirve mucho decir las frases en un tono adecuado, en el tono que sería más natural si las distintas cosas que leemos las estudiáramos diciendo desde nosotros mismos. Es como si la pronunciación y el tono de la voz fueran las señales de que has entendido. Pero, en general, no vas a leer en voz alta, sino en silencio, para ti mismo. Las señales de que has entendido van a ser entonces otras. Lo que siempre importa es entender lo que hay en el libro. Como cuando entiendes lo que un amigo tuyo te está diciendo.
Yo me imagino que en este momento tú no sabes si vas a ser de las personas que leen poco o de las que leen mucho. Te deseo que seas de las que leen mucho. Pero más vale leer poco y bien, que mucho y mal. No todo el mundo tiene la posibilidad de leer mucho. Pero el que sabe leer tiene siempre la posibilidad de leer bien. (Y el que lee bien puede siempre leer mejor).
Tú ya puedes leer bien. Tienes esa suerte. Aprovéchala. Lee. Y si la lectura te ha gustado, si entiendes lo que la lectura significa, sigue leyendo.
Mira. En la vida hay muchos bienes, muchas cosas buenas. Unos bienes duran poco (por ejemplo, las pelotas de hule): otros duran mucho. Unos se acaban sin dejar huella; otros, en lugar de acabarse, engendran nuevos bienes. Uno de los bienes que más bienes es capaz de engendrar es la lectura.
Por eso, lo mejor que puedo desear para ti es que conserves el gusto por la lectura. Que lo conserves, y lo amplíes, y lo alimentes.
Quienes conservan el gusto por la lectura no hacen distinción entre lecturas serias y lecturas agradables. Si un libro de historia es serio, también es serio un libro de cuentos; y si el libro de cuentos es agradable, también lo es el de historia. Si un libro de poesía es útil, también es útil un libro de ciencia; y si el libro de ciencia es hermoso, también el de poesía lo es.
Éstas son algunas de las ideas que se me han ocurrido para hacer el elogio de la lectura. Tal vez a ti se te ocurran otras. Pero lo más probable es que algunas de tus ideas se parezcan a las mías, tal como las mías se parecen a las de mis maestros y de mis amigos.
Si así es, me gustaría que contaras entre tus nuevos amigos a
Antonio Alatorre
México, 6 de agosto de 1974.
Dicen los lectores
Malú Huacuja: Querido maestro Felipe: Esos errores tipográficos que hacen dos versos de "El huele de noche" incomprensibles, ¿son de Elena Garro o de Patricia Rosas Lopátegui?
FG: Malú querida, debo confesar que son dos versos totalmente míos. Y que no tengo nada que alegar en mi defensa.
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