2254 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
18-VIII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Muerto en su madera
A Sergio Hernández Rivera
En el centro del llano un árbol seco
se resiste a morir sin su paisaje,
ya no hay alas ni lluvia en su ramaje
y el árbol de sí mismo es sólo un eco.
Se queja el roble por su tronco hueco
y es el viento quien gime en sus heridas
donde florecen plantas adheridas
que se alimentan de su cuerpo seco.
De la raíz más honda hasta la rama
que le dolió al nacer, busca y espera
encontrar el misterio de un latido.
Cierto pájaro oscuro le reclama
un verde que se ha muerto en su madera,
una savia y un tiempo que se han ido.
septiembre 1987
Monólogo
Cada palabra es una clave
y una explica la otra
y todas juntas
no alcanzan a decir
lo que yo quiero.
Soledad, por ejemplo,
es como un hueco enorme
o una piedra cayendo en el vacío
o el dolor en el pecho
cuando niño te quedas en la calle
sin conocer a nadie
o viene el padre y parte
y entonces la ternura
se convierte en lagrimas,
en odio, en largo desconsuelo
y hasta te hiere el aire
y caminar no basta
y dormir es morir pero te duermes.
Soledad no es el acto de estar solo,
es buscar en los otros tu estatura,
tu dimensión exacta,
o más bien repartirte,
formar un ancho coro de ti mismo
y luego no encontrarte en los que pasan.
Qué soledad la del que pide a gritos.
a golpe de ternura en medio de la gente.
que la risa sea risa
y que el odio sea odio,
que la mano apriete fraternal
o clave su cuchillo,
y que el hombre sea hombre
por encima de todas las miserias.
Cada palabra es una clave
y una explica la otra
y todas juntas
no alcanzan a decir
lo que yo quiero.
Diálogo de uno
Ahora que cada gesto tuyo te delata porque estás prisionero en ese espejo que trasparenta todo; ahora que el tumulto no te permite huir, que las risas cordiales no te ocultan y la vieja soledad que te sostiene guarda su mansedumbre comprensiva para morir contigo; ahora que por primera vez te atreves a mirarte sin compasión, sin miedo, y descubres lo que no te era ajeno en modo alguno, porque siempre supiste que cada reparto de ti mismo no era bondad, ni comprensión, sino egoísmo enorme, inagotable necesidad de ser amado, empeño inútil de crecerte en los otros huyendo de tu naturaleza hecha de ausencias, de odio familiar y muertes prematuras; ahora que de nada te sirven los gestos solidarios porque nadie precisa de esos gestos, salvo tú mismo; ahora que estamos solos, ya no puedes fingir que no me escuchas.
Waldo Leyva (1943)
La distancia y el tiempo (1967-2001)
Universidad Juárez Autónoma de
Tabasco / Verdehalago / Conaculta,
México, 2005
Dicen los lectores
Rigoberto González Nicolás: La Introducción al libro de Sexto Grado de Español Lecturas, por Antonio Alatorre, que nos has compartido, me ha conmovido. ¡Qué manera más hermosa de hablarle a los chiquillos! Se extraña ese modo de usar el lenguaje en los libros de texto de los últimos años. En la manera de hablarles a los niños se encuentra nuestra grandeza, nuestra humanidad.
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