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#2158 -ZURITA: El descenso

 

El descenso

TE PALPO, te toco, y las yemas de mis dedos,
habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten en la
oscuridad que descendemos. Han cortado todos los
puentes y las cordilleras se hunden, el Pacífico se
hunde, y sus restos caen ante nosotros como caen
los restos de nuestro corazón. Frente a la muerte
alguien nos ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿que mis
yemas continuarán palpando las tuyas? Mis dedos
tocan en la oscuridad tus dedos y descienden como
ahora han descendido las cumbres, el mar, como
desciende nuestro amor muerto, nuestras miradas
muertas, como estas palabras muertas. Como un
campo de margaritas que se doblan te palpo, te
toco, y' mis manos buscan en la oscuridad la piel
de nieve con que quizás reviviremos. Pero no,
descendidas, de las cumbres de Los Andes sólo
quedan las huellas de estas palabras, de estas
páginas muertas, de un campo largo y muerto de
flores donde les cordilleras como mortajas blancas,
con nosotros debajo y aún abrazados, se hunden.
EL PACÍFICO se desprende de la línea de la costa y
cae. Fue primero la cordillera y ahora es el mar que
cae. Desde la costa hasta el horizonte cae. En una
tierra enemiga es cosa común que los cuerpos
caigan, que el mar se desprenda de la costa y caiga
como las margaritas que gimen escuchando a las
cordilleras hundirse donde el amor, donde tal vez
el amor Zurita gime llorando porque en una tierra
enemiga es cosa común que el Pacífico se derrumbe
boca. abajo como un torso roto sobre las piedras.
LOS ANDES son estrellas muertas en el fondo del
mar de piedras. El Pacífico también es una estrella
muerta en el fondo del mar de piedras. Debajo de
las piedras el sepulcro del mar y de las cordilleras
es como una noche cuajada de margaritas y
estrellas muertas. Las estrellas muertas de Los Andes
y del Pacífico se cruzan en el fondo de las piedras.
Las margaritas se doblan ante la cruz y gimen. En
una tierra enemiga es cosa común que las estrellas
formen una cruz sobre nuestras caras muertas.
ESTÁN LA CORDILLERA de Los Andes y el Pacífico
abrazados debajo de las piedras. Las margaritas
crecen en la primavera. Tal vez la primavera crezca.
Tal vez las montañas y el océano abrazados se
levanten desde debajo de las piedras y sean las
margaritas de la nueva primavera. Bruno, Susana,
tal vez sus cuerpos se levanten desde debajo de las
piedras. En una tierra enemiga es cosa común que
las margaritas sostengan la nieve que quedó de los
caídos cuerpos en la primavera.
TE PALPO, te toco, y las yemas de mis dedos buscan
las tuyas porque si yo te amo y tú me amas tal vez
no todo esté perdido. Las montañas duermen abajo
y quizás las margaritas enciendan el campo de
flores blancas. Un campo donde Los Andes y el
Pacífico abrazados en el fondo de la tierra muerta
despierten y sean como un horizonte de flores
nuestros ojos ciegos emergiendo en la nueva
primavera. ¿Será? ¿será así? las margaritas continúan
doblándose sobre el mar difunto, sobre las grandes
cumbres difuntas y en la oscuridad, descendidos,
como dos envanecidas pieles que se buscan, mis
dedos palpan a tientas los tuyos porque si yo te
toco y tú me tocas tal vez no todo esté perdido y,
todavía, podamos adivinar algo del amor. De todos
los amores muertos que fuimos y de un campo de
flores que crecerá cuando nuestras mortajas blancas,
cuando nuestras mortajas de nieve de todas las
montañas hundidas nos besen boca abajo y nos
vuelvan para arriba las erizadas pestañas.

Raúl Zurita (1950)
Mi mejilla es el cielo estrellado. Antología
Prólogos y selección por
Jacobo Sefamí y Alejandro Tarrab
Editorial Aldvs, México, 2004


2158 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
29-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA


Reacciones a la selección previa:


Bernardo Bátiz: Propongo para las entregas 2156 y 2157 de Agustín Cadena y Eduardo Matos, el título de Poesía Descriptiva. Ambos describen objetos y situaciones con la mayor sencillez. Sin echar mano a metáforas, ni adivinanzas; sin misterios. Simple la descripción de la vida que hace Cadena: “no es un río, es un mar”, un mar que se mueve, en el que topamos con gaviotas, tortugas, la luna y el viento. Todo directo. Una paradoja: lo pequeño da sentido a lo grande. El temascal se describe sin medias tintas: rojo, obscuro, dorado, naranja. Agua caliente; murciélagos rojos. En Matos, tras la carta de su amada, que se entrega sin condiciones, alma y cuerpo, la declaración seca, inexplicable de la indiferencia y el olvido. Duro y directo; del amor al desamor, a la soledad. Que no es mala compañía; a veces inspira, a veces desengaña.

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