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#1892 - ALATORRE: El brujo de Autlán

  El próximo lunes, 25 de julio, se cumplirán cien años del nacimiento del filólogo Antonio Alatorre, uno de los personajes centrales de la cultura de México y del español. Un maestro que se ocupó siempre de la poesía y los poetas, de los distintos modos de la escritura. Incluso en un tomo de microhistoria sobre su pueblo natal y sobre su paisano de tres siglos antes, Marcos de Monroy, El brujo de Autlán. Además de la novela de Marcos y de la novela de Autlán, hay la novela del investigador que “se quemó las pestañas” transcribiendo y analizando los asuntos del proceso de Marcos, escritos algunos de ellos en letra bastante dificultosa. Ese investigador soy yo. Y mi novela comienza en la cuna. Yo nací en el mismo Autlán de Marcos. Sólo otro autleco como yo podría haber puesto en la investigación el gusto, el interés personal, el amor casi, que yo he puesto. En ningún momento pensé limitarme a la transcripción paleográfica y publicarla, con unas cuantas notas pertinentes, como “Contribuc

#1891 - VARGAS LEYVA: Sopa de letras | Confesión

Sopa de letras Mis cinco hermanos miraban el techo. Se metían a la cama en silencio. Yo veía estrellas en sus ojos, hormigas arrastrando migas de pan, mientras sus manos se aferraban a la manta y el frío acosaba sus sueños. Éramos como muégano dulce y sólido deshaciéndose en la boca, como el olor de leche caliente que desprendía el cuerpo de la abuela. El frío del invierno nos convocaba a reunirnos en torno al calor de la estufa, a compartir el plato caliente de sopa de letras con que escribí los poemas que comieron mientras los versos quedaban retenidos en la servilleta con que mamá limpiaba su boca. Ahora, cuando nos reunimos, me llega el olor de aceitunas, de pan, de leche, de lluvia. Me llega el silencio que guardamos en un tarro, las palabras que nunca escaparon de nuestros labios, la sopa que ata nuestra infancia. Agregamos azúcar al café que se derrama y seguimos siendo harina de trigo pegados con miel, unos a otros. Y me pregunto ¿dónde e

#1890 - CONTRERAS: Anotaciones sobre una exposición

Anotaciones sobre una exposición Sala 1. El colibrí   1 Un colibrí es la memoria de las tardes que se levantan a perpetuidad.           Frágil, iluminado como una lágrima.   2 Un colibrí no soporta la jaula. Pertenece a la luz, al aire, milenariamente dormido entre sus alas. Un amor roto por el medio es una jaula. Huyen mis sueños, mi rebeldía.           Y nadie se ha preocupado por detenerme.     Sala II. Paisajes   3 ¡Tiempo! ¡Oh, tiempo! Todo el tiempo que es tuyo, que hubiera sido tuyo… Henri Michaux   Para cuando la tormenta arrasó con las caricias ya te habías ido por entre mis piernas.           Y la memoria y los crepúsculos en densa caída.           El amor fue una locura.   4 El color dice más que el gesto en oblicua falsedad. Sea del cabello o de la blusa disimulando la perforación del ombligo. No miente. Descifra los bordes, el hechizo de las huellas, el transcurrir cobrizo de la edad. El color del mar, de la flor o la noche es uno solo, aun para los ojos del ciego. Se mez

#1889 - PEÑA: Eclipse en casa de mi madre | Futbol

  Eclipse en casa de mi madre 1) Mi madre perdió un hijo antes de que yo naciera. Creció dentro de su vientre, pero fuera de ella, un embarazo ectópico, un óvulo como un paréntesis mal colocado dentro de una oración (un óvulo implantándose fuera del útero como un eclipse de sol: algo que no se le da a la luz, la sombra que dura lo mismo que un paréntesis). 2) Mi madre adora el sol, sale al patio a tomar el sol por la mañana. Pero si llega a presenciar un eclipse, se encierra adentro de la casa con las embarazadas en turno de la familia, les pone seguritos y listones rojos en la panza para evitar complicaciones en el parto y que los niños nazcan manchados o con labio leporino. Sabe que es una superstición, pero lo hace por si cualquier cosa. Christian Peña (1985) Futbol En la calle todo era una portería. Juntábamos dos piedras, dos mochilas o dos suéteres. Jugábamos diario, ni siquiera nos quitábamos el uniforme, salíamos de la escuela directo a las gambetas, túneles y sombreritos. Burl

#1888 - GARCÍA MONTERO: Rojo temblor de frenos | Recuerda que tú existes

Rojo temblor de frenos Rojo temblor de frenos por la noche, así sueño el amor, así recuerdo, entre la madrugada olvidadiza, sensaciones de turbia intimidad, cuando tener pareja conocida es un alivio para los extraños. Borrosa gravedad del parabrisas en la despreocupada seducción. Porque los coches saben su camino y van como animales en querencia a la casa, sin dudas, entre besos que nos duran el tiempo de un semáforo y un poco más; porque decir mañana es casi discutir el más allá, y hablamos del dolor de los horarios, alejados, cayendo en la imprudencia, como los vivos hablan de la muerte. Luis García Montero (1958) Recuerda que tú existes Recuerda que tú existes tan sólo en este libro, agradece tu vida a mis fantasmas, a la pasión que pongo en cada verso por recordar el aire que respiras, la ropa que te pones y me quitas, los taxis en que viajas cada noche, sirena y corazón de los taxistas, las copas que compartes por los bares con las gentes que viven en sus barras. Recuerd

#1887 - BERNÁRDEZ: Un trino | Un mar y un pájaro

  Un trino Soñé el mar, te conté, mientras su insignificancia pretendía ahuyentar la tribulación, la ruptura tristísima de la orilla y su cristal, la ceniza barrunta del lodo… Bailaban sobre mi palma las esquirlas del estruendo. Tanto no cabe, ni el destrozo ni la infelicidad de haber dejado a la deriva todo, como si se fuera un extranjero. ¿Quién querría exiliarse de su habla, de la nana y el canturreo de las mañanas en la inocencia de estrenar los días? ¿De dónde el desatino?, este desamor que en astilla precisa volver a su origen para bien hallarse al cobijo del hálito? La inmensidad va ahogando la ubre de la razón. Ni en los animales habita tal crueldad… La esquirla es un grito y en esa desdicha arrecia el monzón para deslavar lo imborrable…, para constatar lo insólito concurrir. Mariana Bernárdez (1964) Un mar y un pájaro Un mar hecho pájaro, cascada indecente brotando de lo umbrío, abrevando en el estero del miedo cuando la muerte

#1886 - VITIER: El encuentro

  El encuentro Se han ido suavemente porque saben que es mejor que esté solo cuando llegue. Nunca había sentido una soledad tan discretamente fabricada. Se fueron disfrazados en sus ocupaciones con la misma naturalidad con que las nubes se recuestan encendidas en los árboles para que haya el poniente que necesitamos. Se fueron sin sonido. Estoy solo en esta casa que es sólo un escenario para un encuentro. Nunca había visto nevar. Detrás de los cristales, sobre un solar baldío de Madrid, en los fantásticos escombros de un remoto bombardeo, caen los silenciosos copos santamente. Miro la nieve caer. Es una escena. Estoy esperando al que ha de llegar dentro de unos minutos. Recuerdo las otras escenas, reflexiono en lo que han sido nuestras vidas, en los fragmentos que se han tocado: las conversaciones de la juventud, la absorta novela perdida, las decepciones y las resignaciones. Vuelvo a la escena de la escalinata, a sus palabras de entonces: “ahora podría estar muerto: no habría diferenc